El portero-jugador es una estrategia comúnmente utilizada en el fútbol sala, con la cual el equipo que la ejecuta consigue obtener la posibilidad de tener un pase más en ataque, ya que el portero pasa a ser un jugador más en campo rival creando una situación de superioridad de cinco contra cuatro.

Se trata de un planteamiento que requiere mucha práctica y entrenamiento para su buena disposición, tanto a la hora de realizarlo como de defenderlo. Es fundamental lograr una alta concentración en ambos casos, ya que el más mínimo error puede costarnos un gol en contra.

Debemos tener en cuenta una serie de factores. En primer lugar, el portero o jugador que hará la labor de portero-jugador se rige por unas normas a cumplir:

  • Sólo puede tocar una vez el balón por jugada en su propio campo, teniendo 4 segundos para mover el balón.
  • Si en la misma jugada, antes de que el balón toque en un jugador contrario, el portero-jugador vuelve a tocar el balón se pitará cesión, es decir libre indirecto en contra.
  • Una vez que el portero-jugador pasa a la media pista del rival se convierte en un jugador más pudiendo dar y recibir pases ilimitados.

En el fútbol sala es habitual realizar el portero-jugador en los últimos minutos del partido cuando este se va perdiendo, con el fin de agobiar al rival y tratar de crear ocasiones de gol a través de la superioridad en campo rival. Sin embargo, una mala práctica nos puede ocasionar más perjuicios que beneficios.

Por el contrario, una defensa bien ensayada con las ideas claras puede ayudarnos a desesperar al rival cuando nos estén realizando el portero-jugador. Esto genera nerviosismo y posibilidades de error en el pase o el control, y hay que recordar que en caso de robo tenemos la portería vacía para tirar.

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